Thursday, September 08, 2005

Al amanecer del día siguiente vagaba en la niebla. Vi como llegaban los periódicos a los quioscos. Un quiosquero hojeó el principal diario de la ciudad y me situé tras su espalda para echarle un vistazo, cosa que en su lugar me habría resultado muy fastidiosa. Cuando llegó a la página de las necrológicas me llevé una agradable sorpresa. Muchísimas estaban dedicadas a mí. Después de una noche horrenda, el día empezaba bien.
Las leí todas. Eran de los compañeros de la editorial en la que trabajaba últimamente, las personales del propietario y el director, que eran queridos amigos míos, de mis antiguos compañeros del periódico en el que había trabajado antes durante seis años. Naturalmente, también las había de mis padres y parientes. Pero mi atención se centró de improviso en una distinta de las demás. Era anónima y decía lo siguiente:

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Toda la vida la esperaste, querido
Dino
Ha venido, estás en el misterio - NOS
veremos un año de estos - Milán, 28
de Enero.
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No conseguía entenderlo. Todos mis amigos, prácticamente toda la gente que conocía estaba en la misma página con necrológicas firmadas. ¿De quién era aquella? Una nube oscureció el sol y comprendí: no podía haber sido otro que él, mi asesino.
Recordé cuando, con diecinueve años, trabajaba en un periódico de provincias y escribía, con forma de artículo, las necrológicas pagadas de más. "Falta al cariño de sus seres queridos el distinguido señor S. V., apreciado comerciante que dedicó toda su vida a..."
Una vez murió la madre del crítico teatral del periódico, un sesentón minusválido. Fue él mismo quien me dictó la necrológica:
- A. M. , madre de nuestro estimado crítico teatral, ha expirado de improviso a la edad de noventa y dos años causando un profundo dolor a sus seres queridos y a cuantos la conocían... Pon una coma detrás de "años". Después, veamos: a S. M. , estimado crítico teatral de nuestro diario, las más sinceras condolencias... ¿Has escrito bien "condolencias"? Es con "c". Las más sinceras condolencias del director y de la redacción en su totalidad.
Más tarde, hablando del tema con el redactor jefe, S. M. dijo:
- Es una gran pena, cierto, pero hay que superarlo. Quiero decir que me voy a casar.
Entregó también un artículo que empezaba así:
"Este espectáculo, puesto en escena por la Locale Filodrammatica, es la reducción de una obra maestra de la literatura rusa contemporánea: El maestro y la margarita..."
¿Pero por qué mi asesino tendría que dedicarme una necrológica? Para procurarse una coartada, naturalmente, una coartada sutil. No tenía más que pasarme por la oficina de necrológicas del periódico y preguntar a quién se había cargado la factura. Por un instante había olvidado que era una sombra: ya no podía preguntar nada a nadie.